domingo, 7 de febrero de 2010

Luis Alberti, Revolucionario del Merengue en Republica Dominicana

Nació en la Provincia de La Vega el 19 de abril de 1906. Descendiente de una familia donde predominaba el arte de músical. Su bisabuelo el Coronel Juan Bautista Alfonceca le puso música al primer Himno Nacional Dominicano, y es considerado el primero en llevar el merengue al pentagrama. Fue su madre Dona Maria de la Mieses, quien se desempenara como maestra de piano.
Con apenas siete anos de edad, Luís Alberti tocaba los platillos en la Banda Municipal de Música de La Vega. Anos más tardes su familia se traslado a la provincia de Mao Valverde donde recibió clases de violín y solfeo por el profesor Rafael Arte, quien también lo incorporo en su propia orquesta.
En el ano 1920, se traslada a la ciudad de Santiago. Allí recibe orientaciones del profesor José Luís Sánchez, mejor conocido como Don Chencho, quien lo ayuda a perfeccionar el arte de tocar violín. Por su vertiginoso avance en la música llego a tener bandas propias las cuales llevaron por nombre; Jazz Band Alberti, la Lira del Yaque pero la más conocida fue la orquesta Santa Cecilia. También en 1932, cuando se fundo la Sinfónica de Santo Domingo se le invito a ocupar un puesto como violinista.

Se le atribuye a Luis Alberti junto a Pedrito Escobosa, Pupo Cordero, Andrómeda Pérez y Mario Vallejo la construcción de la primera radiodifusora de Santiago, el 25 de agosto de 1928.

Cuando Trujillo asume el poder en el ano 1930 destaca entre sus prioridades la vivificación del merengue. En su afán de promover este genero musical inaugura elegantes salones de bailes y clubes sociales, e invita a practicar ''el baile nacional" a todos los miembros de su gabinete, ministros y embajadores extranjeros. La exposición musical estuvo a cargo de Luis Alberti con su Jazz Band la cual gusto a todos los niveles.
A partir de ese momento Luís Alberti se convierte en el músico predilecto de Trujillo, quien le encarga formar una orquesta a su altura. Alberti accede y selecciona a los mejores artistas del pai¬s para darle vida a la orquesta Presidente Trujillo, que mas tarde el propio mandatario bautizar¬a como Orquesta Generalasimo.
Según algunos historiadores, Alberti era un músico intuitivo e innovador, cuyo merito era haber conseguido un nuevo sonido para el merengue. Digamos que así urbaniza el género de quisqueya, relegando a un segundo plano el acordeón y la guitarra del perico ripiao, sustituyéndolos por saxofón, clarinete y trompetas, pero conservando los elementos rítmicos de la tambora y la guira, e incluyendo el piano como relleno armónico.
Con la anuencia del tirano, Luis Alberti y la orquesta Generali¬simo amenizaban las noches bailables en el Patio Espanol del elegante Hotel Jaragua, el principal centro nocturno de la ciudad de Santo Domingo, en donde el merengue alcanzo su cli¬max, además de las fiestas de recintos extranjeros a quienes deseaba agradar el dictador.
Entre sus principales canciones están Luna sobre el Jaragua, Tu no podrás olvidar y Estampas criollas. Pero la de mayor trascendencia nacional e internacionalmente fue Compadre Pedro Juan. Este tema ha sido grabado por muchos artistas tales como Bilo Prometa, Xavier Cugat, El gran Combo de Puerto Rico, Wilfrido Vargas entre otros.
Alberti murió en la ciudad de Santiago de los Caballeros a la edad de sesenta y nueve anos.

viernes, 5 de febrero de 2010

Una Partida a Destiempo



Era una Mañana de primavera del año 91 y en la línea noroeste, no había diferencia entre una estación y otra. La escuela de Hatillo Palma lucía como siempre: El patio polvoriento y las butacas desarregladas, pues más de cuatro generaciones habían recibido el pan de la enseñanza sobre ellas. Además el clima calentaba de manera insoportable y el desayuno escolar ya era una leyenda en desuso.

Sin embargo, yo era feliz, me encantaba estudiar y adoraba a mi maestra. Siempre tuve la esperanza de que Wendy, mi amiga, volviera a estudiar conmigo. La ilusión se vino al piso cuando la profesora nos anunció que iríamos a su velorio, pues en un accidente casero, se quemó, la noche anterior.

Wendy había nacido en 1978 y era el último retoño de una familia de nueve hermanos. Con su nacimiento había traído mucha luz y alegría a ese empobrecido y humilde hogar.

No preciso cuando la conocí, desde que tuve uso de razón, la recuerdo con su pelo negro lacio embelleciendo su humildad y correteando simpática, aunque tímida, por el patio de mi casa.

Justo en ese enero de 1991, su tía quien había trascendido económicamente al casarse con un señor adinerado, visitó a la familia y quedó sorprendida de la belleza, humildad y educación de Wendy y convenció a su madre para que le permitiera viajar y vivir con ella en la capital con el propósito de mejorar la calidad de sus estudios.

Durante los cuatro meses que vivió en Santo Domingo, no fue feliz. Extrañó siempre su libertad, pues su tía no la inscribió en la escuela, faltando a la promesa de ayudarla y ella por su timidez no se atrevió a expresar nunca lo que sentía. Su única opción, pensó, es el milagro que le pudiera hacer La Virgen de la Altagracia. Devota y creyente le ofreció 24 Padre Nuestros y 24 Ave Marías, por la intención de volver al seno de su hogar, cumpliéndose al pie de la letra su deseo.

Una vez en casa, entre tinieblas, aquella oscura noche del siniestro, logra prender la lámpara de gas…. y puesta sobre su abdomen, cumplía con sus oraciones. Vencida por el sueño traicionero, aquella lámpara cayó y de inmediato su bata de algodón, prendió todo su cuerpo, como una antorcha.

Sus desgarradores gritos despertaron a Remigia, su madre, quien aterrorizada de lo que presenciaba en su infortunada hija, trata de auxiliarla retirando el mosquitero, pero las llamas también a ella le alcanzaron tomándole las manos y perdiendo el conocimiento.

Los lamentos se escucharon por todo el vecindario hasta llegar donde Nacho, su hermano mayor y a su esposa, quienes vivía en la casa siguiente. Desesperados por entrar a socorrer a su hermana y madre, ante la demora del destranque de la puerta cerrada por dentro. Apareció finalmente don Onelio, quien es uno de los pocos lugareño con carro y que prestaba los servicios de taxista en las emergencias del vecindario.

Wendy y su madre fueron entonces, trasladadas al hospital de Mao Valverde a 40 kilómetros de la comunidad Hatillo Palma, donde sucedió la tragedia.

Todos los intentos fueron tardíos, pues las quemaduras a Wendy le había alcanzado la vena horta, provocándole en cuestión de una hora, la muerte…..

Paso mucho tiempo sin que me pudiera reponer de esa perdida. La desolación de cada noche, me traía esa misteriosa y fea liga de sentimientos de miedo, temor y tristeza que me estremecían.

Sin embargo, yo aún puedo describir cómo me sentí, pero es imposible dimensionar e imaginar cómo sentirá una madre día a día, instante a instante, cuando sus manos son las huellas imborrables de aquella tenebrosa noche del terror, donde su pequeña hija envuelta en llamas se calcinó?

Han pasado desde la tragedia, dos décadas y mi comunidad aún sufre el mismo problema por la falta del fluido eléctrico, como necesidad básica, pero al fin cuenta con una pequeña clínica, varios médicos y una ambulancia. Dichos logros han sido gracias a la lucha constante de los lideres comunitarios y de personas que auque solo sea por protagonismo o ganar trascendencia política han puesto el frente para demandar y obtener esas conquistas.